miércoles, 13 de octubre de 2010

La búsqueda de Dios (cuarta parte)

4. Ansiedad de Dios


Felizmente, el alma humana no puede vivir sin Dios. Espontáneamente lo busca, como el heliotropo busca el sol, y aun en manifestaciones objetivamente desviadas. En el hambre y sed de justicia que devora muchos espíritus, en el deseo de grandeza, en el espíritu de fraternidad universal, está latente el deseo de Dios. La Iglesia Católica desde su origen, más aún, desde su precursor, el Pueblo prometido, no es sino la afirmación nítida, resuelta, de su creencia en Dios. Por confesarlo, murieron muchos en el Antiguo Testamento; por ser fiel al mensaje de su Padre, murió Jesús, y después de Él, por confesar un Dios Uno y Trino, cuyo Hijo ha habitado entre nosotros, han muerto millones de mártires. Desde Esteban y los que como antorchas iluminaban los jardines de Nerón, hasta los que en nuestros días en Rusia, en Checoslovaquia, en Yugoslavia; ayer en Japón, en España y en Méjico, han dado su sangre por Él. A otros no se les ha pedido este testimonio supremo, pero en su vida de cada día lo afirman valientemente. Religiosos que abandonan el mundo para consagrarse a la oración: en Estados Unidos hay trece conventos Trapenses que no hacen sino trabajar silenciosamente para no perder de vista la presencia de Dios; religiosas como las que ha fundado el Padre Voillaume, que unen su vida de obreras en la fábrica a una profunda vida contemplativa.

Hay también universitarios, como los he podido ver en Francia y en España, en Inglaterra y en Bélgica, animados de un serio espíritu de oración, y para quienes su estudio es un deseo de glorificar al Creador.

Hay obreros como los de la J.O.C., que son ya más de un millón en el mundo, campesinos, para los cuales la plegaria parece algo connatural; y junto a ellos, sabios, sabios que se precian de su calidad de cristianos: hombres como Carrel, Lecomte de Noui; literatos como Claudel, Gabriela Mistral, Papini, Graham Greene, ¡y para qué seguir esta numeración! En medio de un mundo en delicuescencia, hay grupos selectos de almas escogidas que buscan a Dios con toda su alma y cuya voluntad es el supremo anhelo de sus vidas.

Hasta fuera de la Iglesia, en movimientos como el iniciado por el Mahatma Gandhi en la India, por el Rearme Moral en Ginebra, por el Oxford Movement en Inglaterra, ponen en primer lugar la idea de Dios.

No hay comentarios: