2.Desquiciamiento contemporáneo
Los grandes ídolos de nuestro tiempo son el dinero, la salud, el placer, la comodidad: lo que sirve al hombre. Y si pensamos en Dios, siempre hacemos de Él un medio al servicio del hombre: le pedimos cuentas, juzgamos sus actos, y nos quejamos cuando no satisface nuestros caprichos.
Dios en sí mismo parece no interesarnos. La contemplación está olvidada, la adoración y alabanza es poco comprendida. Muchos piensan que la contemplación es una especialidad buena – y aún eso se discute – para monjas y religiosos. Al hombre de mundo sólo le corresponde trabajar y gozar.
Nuestros estudios parecen centrados únicamente en el hombre. ¡Nos parece tan grande en nuestra época! La religión, en los ojos de muchos que guardan su nombre y aún le conservan un sitio en la jerarquía de valores, conserva únicamente un sentido de herramienta humana, de fuerza de conservación y de progreso, pero no es una adoración y un servicio desinteresado al Creador.
El criterio de la eficacia, el rendimiento, la utilidad, funda los juicios de valor. No se comprende el acto gratuito, desinteresado, del que nada hay que esperar económicamente. Mucho menos se entiende el valor del sacrificio, el profundo sentido del fracaso, como la Redención fue un fracaso humano. La explicación es simple: en este siglo industrial, todo se pesa, todo se cuenta, todo se mide. La adhesión de la inteligencia se obtiene a fuerza de utilidad y de propaganda. ¿Cómo no extender este criterio al dominio de las almas? Los medios sobrenaturales, como la Penitencia y la Eucaristía, son reemplazados por recetas naturales, por medios de pura prudencia humana: higiene, dignidad. Testimonio indiscutible de un debilitamiento del sentido de Dios.
Muchos continúan pronunciando el nombre de Dios: no pueden olvidar esas enseñanzas que desde pequeños les enseñaron sus padres, pero se han acostumbrado al sonido de la palabra “DIOS” como algo cotidiano y se contentan con ella sola, tras la cual hay un concepto vacío de toda realidad, o al menos de toda realidad que puede compararse en lo grande y terrible, en lo tremendo y arrobador a la realidad: Dios.
Continuará::::
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